Esther Recio.
He terminado Santuario, una novela entre peculiar y bastante escabrosa.
William Faulkner bucea en los aspectos más repulsivos y deplorables del
alma humana, el contrabando de alcohol (prohibido en aquellos años en
EEUU, pues la historia se centra en mitad, final de la Ley Seca),
violaciones, asesinatos ... Faulkner tiene la habilidad de frenar en
estos temas en el momento oportuno, sin abusar o regodearse en ellos.
Cuesta no sólo adentrarse en la trama sino también se complica
seguir el hilo de la historia, cada detalle, cada personaje son fuertes
y muy decisivos para llegar al desenlace de la historia.
Nos sitúa
en mitad de la nada, en una casa que alberga una destilería ilegal, allí
descubrimos a unos personajes más que peculiares, entre ellos, Lee,
Ruby, y al enigmático, frío y calculador Popeye, este último te deja con
una sensación de desasosiego, sientes su mirada pegada a tu propia
espalda, haciéndote palpar el miedo desde las primeras páginas.
Una novela sin lugar a dudas muy recomendable, de gran intensidad y con un lenguaje bastante enriquecedor.
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