Magda da Silva:
¡Que
gusto leer esta novela! Un viejo libro, publicada en 1900. Su autora es
Edith Wharton y su novela más conocida es "La edad de la inocencia" que
aún no leí. Tiene pocas páginas. Una historia contada en tonos de
sentimientos. La trama es simple pero su encanto está en la eterna
angustia de la duda al tomar decisiones en la vida, cuando nos pone
entre hacer lo correcto o aquello deseamos. Los recovecos de
remordimientos y vergüenzas por traicionar a quienes no debimos, de
hacer un mal por un bien mayor, la necesidad de justificarnos cuando no
nos gustamos y la búsqueda de comprensión que alivie nuestra carga. Me
gustó mucho y en buena hora lo leí.
: Me
encantó La Casa de la alegría de esta autora, no es alegre pero
profundo, te hace reflexionar sobre la condición de la mujer, sobre las
decisiones que tomas y te marcan. Sobre la debilidad y la valentía.
Cambian las épocas pero no los desafíos que todos enfrentamos al vivir

Rossana Cabrera:
Lo
primero que tengo para decir sobre este libro, es que quizás lo
disfruté el doble que aquellos que conocían la historia del cadáver de
Evita.
Mi profunda ignorancia sobre el tema hizo que me sorprendiera ese circo de una manera que no esperaba.
Lo segundo que tengo que decir es que es un novelón. De lo mejorcito parido en estas tierras sudamericanas.
Lo tercero, que mi sentido de oportunidad para
la lectura cada vez está mejor (:-p ) pues así como sólo debería leerse
Ensayo sobre la lucidez de Saramago en años electorales, así también,
sólo debería leerse este libro en meses de elecciones argentinas.
Y
lo cuarto, que en buena hora, me agarra grandecita esta lectura, para no
quedarme sólo en el para dónde el cadáver y acompañado por quien.
Santiago Fernandez:
Leí
"El Adversario" hace años, y me dejó impactado. Entonces achaqué ese
impacto a lo que contaba Carrère. Luego, con posteriores obras suyas
("Limónov" y "El Reino") me fui dando cuenta de que Carrère me gusta
también por CÓMO cuenta lo que cuenta, Y es que además de escritor es
guionista, y se las compone para que todas sus páginas de todos sus
libros (que no pueden llamarse con propiedad "novelas") sean, ante todo, amenas. La amenidad de la precisión verbal, que es algo cada vez más infrecuente.
Aquí cuenta dos historias trágicas: dos muertes más o menos inesperadas
y cercanas, y aunque a veces uno llegue a preguntarse el por qué de
tanta intimidad de los sujetos entrevistados con el autor, e incluso te
recorran escalofríos por la franqueza casi impúdica de las declaraciones
de los testigos de esas muertes, la experiencia de su lectura es de
todo punto recomendable.
Y se aprenden cosas, como Derecho
Comunitario. Y las páginas dedicadas a esta materia resultan tanto o más
fascinantes que el resto.